Después de la “introducción” al
debate de Joan Coscubiela, (http://www.espacio-publico.com/los-sindicatos-en-tiempos-neoliberales) se nos abren
tantas cuestiones que parece difícil aportar alguna idea clara, pero lo intentamos,
sin responder a todas las preguntas.
La disyuntiva entre sindicato
para los trabajadores o sindicato de trabajadores y trabajadoras, coloca al sindicato en el primer supuesto como
un agente económico de mercado mas, dependiendo su éxito de los parámetros del
mercado: posición frente a la competencia, calidad del producto (mejora
salarial, ascensos, productividades, etc.), capacidad económica para invertir,
buscar nichos de mercado, en este caso personas potencialmente afiliables como
clientes, a ser posible con ingresos económicos suficientes y lo más estables posible.
Y lo justificamos como un medio necesario para que el sindicato tenga capacidad
de influencia en la económica, las relaciones laborales y la sociedad en
general.
Pero si defendemos el sindicato de trabajadores, no
está exento de autoprestarnos servicios de forma cooperativa lo que implicará
ventajas económicas y de calidad: asesoramiento y defensa jurídica, seguros, descuentos, etc. Pero
nuestra principal razón será continuar defendiendo de forma colectiva los
intereses de las personas que trabajamos por cuenta ajena, sus familias y resto
de personas viven o aspiran a vivir de de salarios y/o pensiones derivados del
trabajo, a pesar de la complejidad, diversidad y contradicciones que existen
hoy en día. Frente al “búscate la vida, cada uno se forja su propio futuro, el
sistema da igual oportunidad a todos y todas, por tanto solo depende de ti que te
renueven el contrato, te asciendan o te permitan conciliar tu vida familiar”
Ante un posible fin de ciclo de
la economía de mercado nacional, pasando a la globalización radical, una
sustitución de las instituciones políticas de democráticas por elección y representación
de la ciudanía por instituciones transnacionales y derivadas solo de una parte
de los actores económicos (banca, entidades financieras, empresas de energía).
En nuestro caso unido al también fin de ciclo del pacto constitucional, o la
necesidad de superarlo. El sindicalismo de los grandes sindicatos UGT y CCOO,
principalmente, se perciben ligados a las instituciones responsables de la crisis
y la no consolidación de los derechos y niveles de igualdad social.
Algunas personas de los
sindicatos de clase auguran la desaparición en 10 años, sobre todo por la
ausencia de relevo generacional, de una juventud sin trabajo, destinadas a
trabajar en micro empresas o de falsos autónomos, y con una percepción del
sindicalismo como fracaso de un sueño de sus padres o hermanos mayores.
Pero, podemos quedarnos en la autocomplacencia
de los buenos e importantes que fuimos, las mejoras que conseguimos (lo cual es cierto, aunque no se valoren
ahora), y el ya vendrán a buscarnos cuando nos necesiten. Y mientras tanto las
personas trabajadoras siguen cayendo en las redes de un mundo neoliberal –
salvaje convirtiéndose en “esclavos por
deudas” a través de las hipotecas y
obsesión por el consumo, y sin
conciencia de tener derecho a vivir con
dignidad.
¿Que hacer?
Esta misma mañana un compañero
nos expresaba la necesidad de “dar una patada a la silla” y agitarnos lo
suficiente para cambiar de forma radical alguna de nuestras formas de organización
y actitudes. Abrir las puertas, sacar
los pactos y energías por el poder interno cortoplacista, las limitaciones de
cristal a la participación de la afiliación, iniciar la desburocratización del sindicato. Pero todos
esto se llevan varios años diciendo y
escribiendo que de vamos a hacerlo,
¿pero cómo?.
Sacando el sindicato a la calle,
a las redes y a los barrios, pero no solo para manifestarse, sino para recuperar
lo que convirtió a los sindicatos mayoritarios de clase en una referencia
absoluta del desarrollo social , al menos en el caso de CCOO. Que fue entre
otras cosas, hablar, debatir y reconocernos
entre nosotros. Y como en la actualidad la mayor parte de las personas trabajadoras no
están en la mina, las grandes fábricas y en unas cuantas empresas, debemos organizarnos
e incorporar otras herramientas como: los grupos de desempleados, los colectivos
profesionales, los centros comerciales, las calles de los polígonos de micro
empresas, las redes sociales, los centros educativos, la universidad, etc.
También debemos incorporar
mecanismos de decisión y elección de responsable mucho más directos y
participativos, abandonando el
centralismo democrático y el miedo a no tenerlo todo controlado.
Aun así, debemos asumir que no es
momento para que uno o dos partidos políticos decidan todo durante 40 años, que
una o dos organizaciones sindicales obtengan el 80 % de la representación y
capacidad contractual, que nos solo el sindicalismo de clase socio político
tienen que liderar las movilizaciones y actuaciones de la ciudadanía. Es
necesario tomarnos una copa de humildad,
aumentar la capacidad de cooperación y
aprender a negociar multilateralmente.
Propuesta - Negociación – Movilización.
Propuestas: con cierto nivel de
pragmatismo pero perfectamente comprensibles por cualquier persona. Huir de la
hiper-tecnificación y lo intencionadamente complejo.
Negociación: si alguien no
entiende que pactar es mejor que imponer por la fuerza, es que niega el
reconocimiento de otro, eso es totalitarismo. Nuestra capacidad de negociación
es directamente proporcional a la fortaleza que nos da el volumen de afiliación, nuestra capacidad de movilización y la seriedad de nuestra propuesta.
Movilización: Si, casi siempre,
pero debemos dejar de convocar y esperar que participe la gente, para pasar al proponer – debatir y
argumentar – decidir/votar con la gente y convocar o no convocar. Esto incluye las convocatorias
de Huelga General.
Dos ideas más:
Reproducir y difundir el análisis de la realidad y las
propuestas basadas en nuestro modelo
ideológico, actualizando el lenguaje y los canales de comunicación, pero evitando
la banalización, el determinismo técnico y la impotencia de cambiar la realidad cuasi
religiosa que algunos tienen.
Demandar de forma persistente,
enérgica y urgente la necesidad de la reforma empresarial en el Estado Español,
de sus prácticas, códigos éticos, incoherencia con la sociedad actual y moderna,
incapacidad para aprender, gran dependencia de la administración
(contradictorio con el discurso liberal), etc. En definitiva la crisis
empresarial y de las organizaciones empresariales.