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Desde un planteamiento de izquierdas, es decir, desde la negación del conformismo, el destino y la imposibilitad de avanzar hacia un mundo mas justo, mas igualitario, pacífico y sostenible.


Da para mucho, pero tenemos el tiempo que elijamos. Gracias y te espero a un clik de distancia.


Fdo. Juan José Regatos Andrés

sábado, 10 de abril de 2010

ECOLOGÍA Y ESTILO DE VIDA

Las personas actualmente tenemos un dilema continuo sobre nuestras actuaciones y estilo de vida para respetar las ideas ecologistas y de sostenibilidad medioambiental.
Somos muchas las que defendemos el respeto al medio ambiente y la necesidad de adoptar medidas que disminuyan el consumo y la contaminación. Pero después en nuestra práctica cotidiana tenemos dificultades para reducir nuestro gasto energético y contribuir a frenar un deterioro negativo e irreversible del planeta.
Las consecuencias las sabemos: menos biodiversidad, desaparición de ecosistemas naturales, riesgos de contaminación y perjuicios para la salud, agotamiento de los recursos naturales y energéticos y el cambio climático de consecuencias impredecibles.
Al mismo tiempo nuestro sistema de civilización actual se basa en el consumo de cosas y servicios que en su fabricación o funcionamiento contaminan y perjudican al medioambiente de forma agresiva. Pero si dejamos de consumirlos el sistema económico de ve afectado siendo los primeros damnificados los trabajadores y trabajadoras, es decir la mayoría de los mortales.
Entre estos dos dilemas no movemos, tanto en las países más ricos como en los que desean llegar a cuotas de bienestar y que necesitan impulsar su economía a base del consumo y del aprovechamiento de los recursos naturales. Los más ricos quieren imponer condiciones más restrictivas al resto cuando ellos ya hicieron sus escarnios en sus territorios y en los del resto del planeta. Y los más pobres quieren que les dejen decidir sus prioridades ante el desafío de salir de la pobreza y miseria generalizada de su población.
Las empresas están en el mismo asunto, si ser corresponsables y solidarios con el mundo a base de perder margen de beneficio o lo que es pero competitividad, o mirar solo su balanza de resultados a corto plazo.
Y por último, las personas también tenemos el debate interno de mantener nuestro estilo de vida conquistado por la lucha de generaciones de la clase trabajadora, para decidir sobre nuestras vidas, disponer de ocio, viajar y disfrutar de la tecnología especialmente de los medios de transporte (automóvil, avión, etc.). O por el contrario renunciar a muchas expectativas y comodidades en pro de un bien común y necesario de sostenibilidad medioambiental y por extensión de nuestra propia supervivencia.
No es fácil la cuestión, sabemos de cosas que podemos hacer sin mucho esfuerzo como separar las basura para su reciclaje, usar el transporte público (ya es más complicado), no usar bolsas de plástico, hacernos socios de Greenpeace, etc. Pero cuando se trata de medidas que modifican nuestro estilo de vida ya ponemos mas excusas.
Ahora bien, como en todo podemos negar el problema, tirar la toalla o derivar la responsabilidad a gobiernos y empresas. También podemos hacer una apuesta que desvíe la escalada hacia el hiperconsumismo que debe tener, en mi opinión, dos líneas de actuación:
1. Moderación de forma consciente y viable de nuestro consumo energético (coche, luz, calefacción, compra de artículos, etc.) Que nos permita mantener unas condiciones de “confort” aceptables, con mucho menos gasto y utilización de materiales, servicios y energía mas contaminante.
2. Participar del debate y denuncia pública, desde nuestras posibilidades, para propiciar cambios sociales y medidas que permitan un respeto al ecosistema y la sostenibilidad del planeta: con nuestro voto, nuestro tipos de demanda de consumo, aportación de ideas y soluciones desde nuestro ámbito profesional, con nuestro ejemplo educativo a nuestros hijos/as. Apoyando las denuncias de acciones de gobiernos, empresas y demás colectivos que prioricen el lucro económico (que no el desarrollo socio- económico) frente al respeto a las leyes medioambientales y los espacios y recursos naturales.

Por último, después de esta reflexión tan anodina y simple, estoy convencido de que solo podremos, al menos en los países ricos, implicarnos en un cambio de estilo de vida si le encontramos el aliciente y atractivo suficiente, solo por responsabilidad y solidaridad lo modificaremos en situación percibida de extrema necesidad, emergencia o peligro. Un ejemplo compraremos coches “ecológicos” cuando nos den parecidas sensaciones y utilidades que los actuales. Dejaremos de comprarlos masivamente cuando las necesidades de desplazamiento diarias y masivas sean innecesarias, porque los domicilios y los trabajos estén cerca, porque las ciudades o barrios sean de tamaño adecuado y sostenible.
Pero mientras tanto vale la pena ir tomando medidas individuales y colectivas, aunque nos tachen de que solo lo hacemos para lavar nuestras conciencias, mejor unas conciencias preocupadas que una conciencia sin escrúpulos.

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