Estos días hay gente muy enfadada, no los Vx y Cia. Sino los
sanitarios, la gente de comercios, los repartidores, etc. Los que se han dejado
casi la vida por salvad otras. También gente corriente, amigas comprometidas
con lo colectivo. Su enfado viene por el comportamiento de gente que tras el
confinamiento sin fase, el de las fases cero y siguientes no cumplen las normas
y recomendaciones.
También están algo decepcionadas.
Todo ello hace poner el énfasis en los
comportamientos negativos y en la gente tóxica. Incluso algunos ilustres
periodistas de la SER, planteando que solo con prohibiciones y multas la gente
reacciona.
Lo entiendo perfectamente,
principalmente a los Sanitarios y demás personal esencial, a los enfermos de
las UCIs y a los familiares de los que no salieron, tienen todo el derecho a
indignarse e increpar.
Pero, yo sigo pensando en el buen
comportamiento masivo y mayoritario desde el inicio de esta pesadilla,
escenificado en los aplausos mantenidos durante casi dos meses ( ya quisiéramos mantener una protesta ciudadana así tanto tiempo, y sino que se lo digan a los
de las caceroladas de capa caída contra el gobierno). Este comportamiento ha
sido posible por que caló el compromiso colectivo, el reconocimiento a la
gente, la necesidad de sentirse útil, no solo por miedo a infectarse cuya
percepción ha bajado y no es bueno, no solo por los incontables decretos.
Y algo más, por que comprendimos
que las medidas impuestas eran necesarias y lógicas.
Las medidas siguen siendo lógicas,
mas allá de los matices, pero una parte importante de los políticos han
renunciado a esa lógica y al compromiso. Ante la competición de la desescalada
en vez de la solidaridad entre territorios.
Esto no exime de nuestra
responsabilidad y comportamiento a nivel individual y familiar, pero como en
otras causas justas nos quedamos algunos menos. Y aún así somos mas y mejores
los que intentamos cumplir.
Por todo ello, sigo insistiendo en
el buen ejemplo de la mayoría, sin dejar de denunciar los incumplimientos, pero
pensando en lo que nos queda, como poder visitar y abrazar a nuestros mayores,
sostener el empleo y garantizar ingresos a todo el mundo, aprender la nueva
ANORMALIDAD. Y para ello necesitamos nada de odio y muchas dosis de entusiasmo
y de confianza en lo que hemos sido y somos capaces.
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